Portada » Carlos Alberto Vega Pérez · Albero
Albero Taurino

Carlos Alberto Vega Pérez · Albero

¿La insensibilidad y crueldad del mundo taurino o la brutalidad, sadismo y falta de valores de la sociedad actual? ¿Cuál escogerías para hacer de ella tu forma de vida?

Desde la prehistoria, el toro ha sido símbolo de las culturas y la fiesta de los toros, un ejemplo de supervivencia extraña en el mundo global de la postmodernidad y desfasado de la época actual desde donde se mire.
Ha sido la pasión por tan bello animal, la que nos ha enseñado a verlos, no como un rastro público en el que el atractivo principal es el espectáculo de muerte, sino como el espacio sacro de un ritual que reproduce la vida.

El toro siempre ha sido un símbolo de la ética del ser humano, por eso lo adoró como Dios. Sus dos características principales la bravura y la nobleza, son cualidades que se pueden extrapolar a la vida del ser humano, un espejo de la vida misma en el que nos podemos reflejar.
Es un animal que representa el campo, la naturaleza y el origen, que llega a la ciudad donde hemos perdido todo eso y nos hemos transformado en una civilización artificial, porque hasta pasto sintético ponemos en nuestros jardines, y donde estamos viviendo no solo una crisis económica, sino también moral y de valores.
He presenciado, como una multitud disfruta el espectáculo de dos seres humanos que no persiguen otra finalidad que la de lastimarse mutuamente, aspirando a dejar fuera de combate al adversario. He visto, con asombro, como el público vitorea y felicita como si fuera un héroe al que logra dañar de tal suerte al otro que se derrumba impotente… y también, he visto la indiferencia en las calles con un herido, o alguien que pide ayuda para subsistir o que incluso lo están asaltando y está en peligro.

Nos estamos deshumanizando, resaltamos lo material y olvidamos los valores familiares, morales y espirituales. El toro nos recuerda lo que hemos perdido, la nobleza, el valor y la fortaleza para luchar hasta el último aliento.
Como seres civilizados hemos dado la espalda al campo; el toro nos despierta y nos hace voltear a todo esto que hemos dejado atrás y que debemos volver a recuperar. Podríamos decir, que las corridas de toros son una alegoría de la propia vida humana. Los festejos taurinos nos muestran que la tauromaquia es la escuela del vivir, con sus problemas y dificultades del día a día, cada toro es un día en nuestra ajetreada y complicada vida, y donde la presencia de la muerte es real.

La filosofía hace referencia a la muerte de una manera teórica; sin embargo, los toros representan la muerte real pero no como un límite o un final, sino como una superación. No es la muerte en sí misma, es la superación de la muerte y este es el arte de vivir. Tenemos que puntualizar la vida en contacto con la muerte, pero la muerte como un trance de trascender, porque la inmortalidad solo se consigue tras el paso de la muerte.
El ser humano es inmortal cuando supera la muerte y trasciende… y es también la enseñanza de la tauromaquia, hay que superar la muerte como lo hace el toro bravo que exhala su último aliento en el centro del ruedo.

Cuando se le premia con la vuelta al ruedo, se está haciendo una alegoría de la superación de la muerte, del paso de las sombras hacia la luz; pasa de las sombras de la muerte a la luz de la inmortalidad, y no se diga si se indulta y regresa al campo, triunfante e inmortal.
Las nuevas generaciones hemos olvidado ese trance del vivir, y tal pareciera que hemos corrido las cortinas de la muerte que mencionaba Federico García Lorca. Actualmente vivimos dando la espalda a la realidad y queremos sustitutos y objetivos fáciles y cómodos; además, no vivimos con esa pasión y coraje que hay que tener en la vida para superar las adversidades.

La filosofía del torero nos dice que hay que ser firme ante los problemas y complicaciones de la lidia diaria, enfrentarlas, razonar nuestras acciones para solucionar la problemática y trascender en la vida, llegando más allá de las apariencias.
¿Por qué las personas no vemos más allá de las apariencias?

En todas las culturas el derramamiento de sangre ha simbolizado el sacrificio, pero vivimos en la civilización de lo light, lo insípido, lo desnaturalizado. Vivimos dando la espalda a lo que no nos gusta… deberíamos “coger al toro por los cuernos” y superar la realidad en sí misma, no ponerle un paliativo y cerrar los ojos o mirar a otro lado.
Si observáramos a profundidad la vida, seríamos capaces de conocer también lo que en apariencia es insuperable dentro del ruedo donde se derrama sangre, pero eso es parte del simbolismo de la humanidad. No cabe duda que en la plaza de toros hay un sacrificio y se derrama la sangre de un toro, que en las antiguas culturas era símbolo de divinidad.

Es necesario tener en cuenta el contexto cultural y religioso de la tauromaquia. Es muy importante una formación y una contextualización de lo que es la fiesta, que no surgió hace 300 años con la institucionalización de las corridas de toros con los reglamentos, sino que tiene un contexto religioso, cultural y antropológico donde el toro es símbolo de la humanidad, y en él nos vemos reflejados. Es un ejemplo de nosotros mismos y el toro bravo nos está dando las pautas para superarnos en el difícil arte del vivir.

¿Los aficionados taurinos somos privilegiados por poder conocer todo eso?
Por supuesto que sí… la tauromaquia nos hace libres, mucho más fuertes y más humanos, aunque parezca que gozamos viendo la lidia de un toro con todo lo que implica.
Recordemos las palabras de Santiago Martín Sánchez “el Viti”, un torero sabio fuera de los ruedos y como la mayoría de los matadores, un gran filósofo; reconocido con la Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1977, otorgada por el Ministerio de Cultura de España dos años antes de retirarse de los ruedos.
“Gracias al toro he aprendido a ser un poco más humano en la vida. Gracias al toro he sabido valorar a mis ancestros y potenciar el origen de mi persona”.

David Silveti “El rey David”, cuando le preguntaron que, para él, significaba torear, contestó: “Vivir es una circunstancia… torear, una necesidad”.
Rafael de Paula, haciendo referencia a esa alegoría de la vida entre el toro y el humano, dijo: “Se torea al compás, como se baila y se canta, al compás, pero también como se vive, o ha de vivirse… al compás”.

El toro nos ha hecho a los taurinos más humanos, y gracias a él, hemos podido aprender el sentido de la vida que hoy se nos escapa, que se pierde entre tanta frivolidad y superficialidad.
Pasamos la vida de puntitas, por encimita, sin dejar huella, sin que se note… pero el toro bravo nos demuestra que hay mucha más profundidad y eternidad dentro de la vida, y que tenemos que realizar ese trance, si queremos llegar a ser nosotros mismos.

Muchas gracias

Añadir comentario

Clic aquí para escribir un comentario