Las plazas de toros en Querétaro / V parte y última
EXHACIENDA DE JURIQUILLA Y SU HERMOSA Y ELEGANTE PLAZA DE TOROS
Durante el siglo XVI mediante la concesión de mercedes de tierras otorgadas a los conquistadores por parte de la corona española, surgieron estancias agrícolas y ganaderas en la Nueva España; Querétaro no fue la excepción; ya para el siglo XVII diversificaron sus actividades que incluían además de la agrícola y ganadera, la textil y entonces a esas mercedes se les denominó haciendas. Tal es el caso de le estancia llamada Juríca, que junto con los sitios de El Peñol y La Ciénega de los Mulatos, conformaron lo que después sería la hacienda de Juriquilla.
De inicio, la estancia ganadera perteneció a la familia de Fernando de Tapia, fundador del pueblo de Querétaro. A principios del siglo XVII perteneció a Francisco Muñoz Colchado, Alonso Méndez y al convento de monjas de Santa Clara. En la segunda mitad del mismo siglo, perteneció a Lázaro Martín Montero, Margarita de Lesea, Miguel Velázquez Lorea, los hermanos Gonzalo y Antonio Yáñez, así como a la congregación de clérigos seculares de Nuestra Señora de Guadalupe, que durante muchos años la mantuvo embargada.
En 1707 después de un largo litigio, fue adquirida por don Santiago de Villanueva y Oribay, quien amplió la construcción e incremento la superficie de la propiedad, aumentando la bonanza y prosperidad que había alcanzado Juriquilla. Ya entrada la segunda mitad del siglo XVIII, la hacienda entró en una etapa de inestabilidad y decadencia debido a la controversia que se suscitó entre los herederos de Villanueva y Oribay.
Don Pedro Antonio Septién Montero y Austri, ilustre personaje de la época virreinal de Querétaro, contrajo nupcias con María Dolores Primo y Jordán Villanueva Terreros, nieta de don Santiago de Villanueva, quien adquirió la hacienda en 1781 y la mantuvo hasta su muerte en 1814. En 1846 la finca pasó a poder de doña Dolores Septién y Villaseñor, heredera de don Pedro Antonio Septién y esposa de Timoteo Fernández de Jáuregui Pastor, sucesor del marquesado de la Villa del Villar del Águila y descendientes del constructor del famoso acueducto de Querétaro; convirtiéndose Juriquilla en una de las propiedades rurales más rentables de la región bajo la administración de Bernabé Loyola Venegas, quien fuera yerno de Timoteo Fernández de Jáuregui por partida doble, al casarse con dos de sus hijas: Catalina en 1859 y Dolores en 1877.
Bernabé fue un hombre trabajador y visionario que siempre simpatizó con el partido liberal; fue testigo del sitio de Querétaro y tras la restauración de la república mantuvo buenas relaciones con el gobierno juarista. Fue el último gran hacendado de Juriquilla hasta su muerte en 1908.
Durante el auge del porfiriato, la ciudad de Querétaro resintió los efectos de los conflictos políticos y cambios económicos provocados por la revolución entre los años 1920 y 1940; esta etapa fue crucial para la conformación del Querétaro contemporáneo, ya que mediante el movimiento agrarista encabezado por Saturnino Osornio se llevó a cabo la reforma agraria local que modificaría radicalmente el régimen de tenencia de la tierra en el estado.
Entre 1940 y 1973 la mancha urbana de la capital creció vertiginosamente, traspasando el casco histórico que por casi 300 años se había mantenido inalterable; fue entonces que en los años sesenta, el licenciado Juan José Torres Landa, hombre soñador y visionario, concibió la creación de un consorcio residencial, turístico y de entretenimiento en un lugar ubicado a unos cuantos minutos de la barroca y señorial ciudad de Santiago de Querétaro, adquiriendo el terreno de lo que hoy es Juriquilla, anhelando poder construir una provincia con todas las comodidades en el camino que lleva de Querétaro a entidades como Guanajuato y San Luis Potosí. Por diversas circunstancias, don Juan José tuvo que renunciar a esta ambición y vendió los predios en 1970.
En 1985 los hijos de don Juan José compraron los predios y de inmediato arrancaron el proyecto inmobiliario de Juriquilla, concibiendo el ideal de su padre. Desde esos momentos el plan nació con estrella, había involucrados sentimientos que obligaban a que todo el proyecto se desarrollara con éxito, y por ello, siete hermanos unieron sus talentos y esfuerzo para dar vida a un ambicioso sueño. En 1987 se inauguró de forma oficial Provincia Juriquilla con la restauración de la exhacienda convertida en un lujoso hotel y sus áreas de entretenimiento entre las que destaca la hermosa plaza de toros.
Juan Arturo “El Pollo” Torres Landa, el más taurino de la familia con conocimientos y amistades de sobra en el medio de los toros, tomó desde el principio la responsabilidad del proyecto, siempre apoyado por sus hermanos para hacer de la plaza de toros una de las más importantes del mundo taurino.
La plaza de toros de Provincia Juriquilla, inaugurada el 6 de junio de 1987 con un mano a mano entre los matadores Curro Rivera y Miguel Espinoza Armillita, con toros de Garfias, es única en el mundo con el entorno natural en que se encuentra, su cascada, el ambiente agradable, cómodo y cada uno de los detalles arquitectónicos de buen gusto hechos cuidando la belleza, armonía y comodidad.
Con sus 33 años de existencia, ha contado con la presentación de todas las figuras taurinas de México y España, un recinto taurino considerado como uno de los más bellos del mundo, un lugar que es solicitado por los artistas para dar conciertos y espectáculos, una plaza que ha logrado un promedio de 10 festejos por año con muy buenas entradas en todos ellos y donde todos los toreros quieren presentarse a torear y los ganaderos a lidiar sus encierros.
Esta plaza, con el encanto de la exhacienda y por su estirpe humana, taurina y cultural, es emblemática por cuanto en su sitial campestre, vive una tradición queretana conservada por acciones de sus propietarios y público que acude, generando así gran sentido de pertenencia e identidad, características que visten de gala inmueble y entorno.





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