La fiesta brava, entre el amor y el odio…
Con sus 498 años de estar presente en nuestro país, la más bella de todas las fiestas atraviesa por momentos difíciles. Ni con el decreto prohibicionista de Juárez del 28 de noviembre de 1867, ni el decretado por Carranza el 11 de julio de 1917; o durante la temporada 1945-1946 en que era tal la fiebre taurina con Manolete en pleno apogeo, que el presidente Miguel Alemán prohibió que las corridas de toros se realizaran entre semana, la tauromaquia ha pasado momentos tan críticos como ahora.
Actualmente el panorama taurino se torna desalentador, ya sea por la falta de interés de los aficionados, escasez de figuras, la carencia de toros con verdadera bravura y edad en algunas plazas, o la oposición de algunos grupos proteccionistas antagónicos a las corridas de toros que quieren acabar con ellasdefinitivamente.
Está claro que las posturas de amar y odiar la fiesta brava son irreconciliables. Quienes vemos en este espectáculo un arte sublime y una danza de vida y muerte entre un hombre y un animal, jamás podremos convencer de lo mismo a quienes lo consideran un acto de barbarie y de abuso a un toro, que sin más armas que su cornamenta y bravura, se defiende de los caballos y de aquél hombre que intenta convertirse en su victimario.
La tauromaquia es un espectáculo donde la tragedia está implícita. Quienes la admiramos, adoramos la belleza que se muestra en cada lance con el capote y en los pases ligados con la muleta a lo largo de la faena; quienes la critican, abogan por el respeto a la vida de los toros de lidia y no conciben que éstos fueron criados a través de los siglos con el único fin de morir peleando, porque no son animales domesticables a corto plazo y, por ende, no habría razón para que existieran después de tantos siglos.
Si a esta línea genética de bovinos descendiente en línea directa del Uro prehistórico, y heredero de la genética de todas las razas de bovinos existentesse tratara de criar como a las razas destinadas a la engorda, los ganaderos saldrían perdiendo, porque la estructura física y el coeficiente de conversión alimenticia (alimento-carne), no son las óptimas para el máximo desarrollo muscular en el menor tiempo posible, que es lo que se requiere para llevarlos a la carnicería y hacer rentable su crianza; además, debido a su temperamento no podrían estar hacinados en un corral, porque con las peleas entre ellos, la merma por lesiones o muerte sería tan alta que hace incosteable su producción.
Ahora, imaginen a un ganadero tratando de ordeñar a las 5:00 de la mañana un hato de 100 vacas bravas, para tener la leche antes de que pase la pipa de la pasteurizadora y repetir la ordeña nuevamente por la tarde, con animales agresivos; porque, además, las hembras son las que transmiten principalmente la bravura a su descendencia, y no tienen la aptitud de producir mucha leche y en ocasiones apenas producen la suficiente para mantener a su cría; si se tratara de modificar genéticamente haciendo cruzas con otras razas para hacerlos productivos, se extinguiría el toro de lidia, ya que lo primero que se tendría que eliminar es el gen de la bravura y su gran rusticidad, que son la riqueza genética de ésta subespecie bovina.
La fiesta de los toros en cuyo entorno han girado a través de los siglos las bellas artes, se ha manifestado en las obras de artistas e intelectuales, donde se observa indiscutiblemente su gusto por ella. En las pinturas de artistas como Fernando Botero, Roberto Domingo, Rendón Tapia, Ramón Revele, Francisco Flores, Diego Ramos, Edouard Maner, Picasso, Salvador Dalí, Mayte Spínola, David Cárdenas, Reynaldo Torres y Palomo Linares, entre muchos otros, podemos descubrir a grandes aficionados. Goya, el padre de los litógrafos taurinos, presumió su serie “La tauromaquia” como uno de sus tesoros más preciados.

En la escultura, algunos exponentes son Alfredo Just, Mariano Benllurey, José Piquer y Duart, Sebastián Miranda, Ángel Ferrán, Moisés de Huerta, Venancio Blanco, Humberto Peraza, Raimundo Cobo, Luis Albarrán Pliego, Jorge de la Peña y Emilio Fuente.
En la literatura se han distinguido Gerardo Diego, Ortega y Gasset, Antonio Machado, Ramón López Velarde, Rafael Alberti, Miguel Blasco Ibáñez, Camilo José Cela, Luis Spota, Carlos Fuentes, Rafael Morales “Clarinero”, José Alameda, Manuel Benítez Carrasco, y aquí en Querétaro, el maestro José Loarca y el presbítero José Morales Flores.
Y aunque Federico García Lorca no era muy partidario de la fiesta brava, tenía amistad con varios matadores y a su cuñado y amigo Ignacio Sánchez Mejías le escribió el poema de dolor “Llanto por Sánchez Mejías” cuando en 1935 fue muerto por un toro.
Ernest Hemingway en su obra “Ahora brilla el sol”, describe la fiesta de San Fermín en Pamplona, y su libro fue el detonante para que se conociera el arte taurino en todo el mundo. El cortometraje “Encierro 3D, Bull running in Pamplona” fue nominado para los premios Goya 2013, en 8 categorías.
¿Cuántos artistas y escritores han realizado la misma cantidad de pinturas, esculturas, poemas y canciones al futbol, box, tenis, natación o cualquier otra actividad humana?
En nuestro bello México, los opositores a los festejos taurinos argumentan “El maltrato a los animales desde su llegada a la plaza”, donde efectivamente al llegar, en ocasiones muestran los estragos del viaje, aunque viaja cada toro en un cajón individual para evitar estrés y peleas entre ellos; a veces bajan hasta un 8 por ciento de su peso, algún otro por su temperamento violento se escobilla el pitón o se lacera y lastima la piel con las tablas del cajón.
Aquí es donde inician los mitos de los antitaurinos al decir que esas lesiones son producto de “golpes en los riñones y testículos, para disminuir físicamente al animal”… quisiera ver quién es el valiente que se mete al corral de la plaza, donde además no está solo un toro y lo inmoviliza sin hacerle marcas en la piel que se puedan notar horas después al salir al ruedo y le da de golpes en los riñones y testículos para mermar su bravura, pero que además, cuando salga al ruedo embista bien, con temple, ritmo, humillando y siguiendo el engaño y no solo se aplome y tire derrotes defendiéndose por el dolor, si es que lo hubiera, de las lesiones infringidas.
Otro mito es que “les ponen aceite o vaselina en los ojos para que no vean”, afirmación que, sin saber o no querer entender, que lo más peligroso para un torero es un toro “burriciego”, que no ve bien o tiene dificultades visuales; porque entonces, no ve el engaño y embiste a todo lo que se le ponga enfrente, porque se siente en peligro sin ver bien.
Una suerte que provoca el rechazo de los antitaurinos y de muchos taurinos cuando es mal ejecutada, es la suerte de varas; aunque es necesaria para estabilizar fisiológicamente al toro como ya lo he platicado.
Existen temas respecto a los tres tercios que se deben adecuar a los tiempos modernos, como ha pasado con otras tradiciones y adecuar los reglamentos sin quitar la esencia de la tauromaquia y de este antiquísimo rito sacrificial.
También afirman que “los toros de lidia pueden sobrevivir sin ser utilizados para ese fin”; ya expliqué anteriormente la dificultad de usar esta raza con fines comerciales de consumo humano, y si esto fuera posible, a través de los siglos ya hubieran logrado hacer con ellos algo como lo realizado en California, EU., donde efectuaron cruzas de Bisonte americano con Beef Master y después de 79 años lograron una raza nueva híbrida llamada “Beefalo”; o en las ganaderías que producen toros de reparo para jaripeos y rodeos, donde cruzan toros de lidia con Cebú para obtener ejemplares bravos y que reparen.
Entonces… ¿por qué los antitaurinos están en contra de la tauromaquia argumentando maltrato y crueldad en solo menos del 0.1 por ciento de los animales que se matan al año para consumo en nuestro país? Del restante 99.18 por ciento nadie dice nada… ¿Por qué no levantan la voz y hacen sus manifestaciones fuera de esos centros y casas de matanza, donde matan a los animales sin la oportunidad de defenderse?
Ahora bien, siendo extremistas y estrictos en el sentido de las definiciones, hay muchos antitaurinos que son vegetarianos o veganos… y eso también tiene un grado de crueldad.
Si partimos desde la premisa que un ser vivo es aquel que tiene vida y, por lo tanto, nace, crece, se reproduce y muere; mucho ojo, en ningún diccionario dice que vuele, corra, muja, ladre o galope; entonces, los vegetales también son seres vivos y son seres sintientes, porque sienten y reaccionan a factores del medio que los rodea o daña.
¿Sabes cómo se cosecha el brócoli?, es una planta que “sufre” dos veces; ¡sí!, “sufre”, no porque las plantas tengan un sistema nervioso rudimentario y no tengan como tal un cerebro son insensibles, ellas tienen una serie deanillos y nódulos cefálicos que las hacen sentir y reaccionar, si así fuera no reaccionarían a la falta de agua, al exceso de sol las plantas de sombra, e incluso a la música, aunque no lo creas. La planta de brócoli una vez que llegó a la floración (que es la parte que consumimos los humanos), se mutila para cortar su flor y si el resto de la planta se va a utilizar para consumo animal, se vuelve a mutilar desde la raíz; si no se va a utilizar, la planta aún viva, se destroza con la rastra del tractor para incorporarla a la tierra y con su descomposición aporte nutrientes a la misma para posteriores cultivos.
¿Cuántos millones de plantas sufren diariamente esta crueldad?, hay muchos ejemplos con prácticamente todas las plantas que consumimos ya sea una parte de su cuerpo o sus frutos… Ahora, ¿quién es más cruel? Aquel que puede entender la idiosincrasia y condición del ser humano y logra hacer arte jugándose la vida o el antitaurino que ignora o evita conocer la crueldad que existe detrás de lo que se come con tanto gusto, o por creer que, porque casi no sienten, no merecen ser considerados seres vivos sintientes… por eso, ellos apoyaron y aprobaron la legalización del aborto las primeras semanas de vida, porque una mórula, casi no siente, pero sí tiene vida, por eso se reproducen sus células y crece hasta formar un feto.
Simplemente respetemos los gustos, preferencias, cultura y tradiciones de cada grupo, respetemos el derecho de todos los mexicanos a la libertad de creencia, educación, cultura, diversión y trabajo como lo marca la carta magna de nuestro país y no la manipulen con adecuaciones para salirse con la suya, siguiendo una moda mundial.
La fiesta brava, ¡una fiesta de seda, sangre y sol!
Muchas gracias.

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