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Albero Taurino

Carlos Alberto Vega Pérez · Albero

¿Por qué la tauromaquia debe ser considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad?

La tauromaquia fue declarada en nuestro estado como Patrimonio Cultural Inmaterial en octubre del 2012 y, desde entonces, esta declaración ha encendido los focos de la controversia entre los anti taurinos, para determinar si la tauromaquia puede ser cultura o no.
Quienes niegan que el toreo pueda tener esta categoría, se empeñan en ver a la cultura como un refinamiento de formas, incluso como una manifestación de civilidad, definición probablemente correcta pero que al mismo tiempo niega la naturaleza profunda de la cultura. Lo primero que hay que aclarar es la semántica: el toreo no es cultura, el toreo es una cultura, matiz que pone en un orden preciso el debate.

El problema con la cultura desde ese punto de vista es su definición, que compete a la ciencia social que la estudia: la antropología.
Que la cultura tenga una ciencia social que estudia su naturaleza, implica que la anti tauromaquia se base en ella para negar el carácter cultural de la misma; sin embargo, las críticas anti taurinas se centran más bien en rimas con la palabra tortura y en negar de facto cualquier indicio de proyecto civilizador en el toreo. Visto de otro modo, las refutaciones anti taurinas sobre la cultura y el toreo no incurren en determinismos, ni en consideraciones antropológicas, por lo que al renunciar a esta ciencia social debe interpretarse su actitud como una verdadera ausencia de razón: nunca han deslegitimado el carácter cultural de las corridas de toros y confunden las críticas éticas con las críticas de ciencia social.

Es importante precisar antes que nada que el toreo es un ritual sacrificial, una naturaleza apenas evidente en el acto que se inicia con un despeje de plaza simbólico y que se llena de protocolos ceremoniales también simbólicos como lo son el brindis, cambios de tercio, ceremonias de alternativas, de corte de coletas y permiso a la autoridad para colocar banderillas o iniciar la faena de muleta, que culminan con el antiquísimo sacrificio ritual del toro, que en las claves de la cultura taurina es tenido como una entidad casi sagrada, de ahí las disputas entre torismo y torerismo a lo largo de la historia del toreo.

Como ritual, el toreo se rige como un entramado simbólico que se apoya en principios rituales que versan sobre la bravura digna del toro, el intento de sacrificio simbólico del hombre que se defiende de la muerte con un trozo de tela conocido como toreo y finalmente con el significado de la muerte ritual.
El toreo ha sido estudiado como ritual sacrificial desde la escuela antropológica de Cambridge, con el aporte del profesor Julian Pitt-Rivers, en su escrito “El sacrificio del toro”, del cual recomiendo su lectura para comprender ¿por qué el toreo es un ritual sacrificial?

Destacar el carácter ritual del toreo nos recuerda que todo ritual es cultura.
En ese sentido, el antropólogo Clifford Geertz, aboga por “una concepción coherente de la cultura, definida como un dominio de comunicación simbólica” … “El hombre es así un artefacto cultural sometido a la práctica de convertir todos sus actos relevantes y fundamentales en símbolos y sistemas, pues su significado y comprensión nos distinguen de los animales y por lo tanto representan un avance civilizador”. Eso es el toreo.
Otro punto fundamental en la definición de cultura es entenderla más allá del entramado simbólico y ritual. La cultura se entiende entonces como un sistema que compromete la forma de ser de un pueblo o un grupo humano: sus costumbres, rituales, lengua, tradiciones, artes vivas, conocimiento sobre la naturaleza y su forma de transmitir estos saberes ancestrales de una generación a otra y tal definición encuadra en todos los protocolos de la UNESCO sobre cultura, esto es, “una expresión inmaterial única y original que define la manera de ser de un grupo humano”.

La tauromaquia en el año 2012, cuando fue declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial del Pueblo de Francia por la UNESCO, demostró que podía satisfacer de manera íntegra los 5 protocolos que dicha institución exige sobre la determinación de una cultura.

Los taurinos somos una minoría cultural que tiene sus propios rituales: el toreo y las artes vivas con la confección de los trajes de torear y los avíos para realizar la actividad. El metalenguaje y su caló taurina, los tecnicismos durante la lidia incluidos en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y la inconfundible vestimenta del taurino. La gastronomía con sus bebidas y viandas únicas derivadas de los festejos taurinos y consumidos en ellos. Los saberes ancestrales de la naturaleza con la cría artesanal del toro de lidia y finalmente un programa social de transmisión endógena de todo ese acervo cultural, que incluye las escuelas taurinas, la tradición taurina familiar, los museos y las bibliotecas taurinas.

Lo anterior logra unificarse en una visión de mundo, una forma de ser a la que corresponden sus expresiones estéticas y éticas particulares. La tauromaquia ha logrado conformar un grupo y una identidad que por su fuerza a perdurado y en el caso del toreo, la cultura se ha mantenido a través de miles de años, demostrando a la luz de evidencias historiográficas el culto al toro y su enfrentamiento con el hombre, su manera de trascender a través de épocas, reyes, papados, dictaduras y políticos déspotas, su carácter cultural y de identidad de los pueblos a través del toreo.

El toreo es un sistema cultural minoritario, reprimido por una cultura hegemónica y anglosajona dirigida hacia la exclusión en nombre de una ética animalista mal entendida y peor practicada, que obvia a la ligera las implicaciones culturales, sociales, económicas, políticas y ante todo culturales de la tauromaquia. En ese sentido, la cultura taurina y el culto al toro merecen protección oficial internacional de acuerdo al Convenio de París promovido por la UNESCO.
Otro punto de vista de la cultura y que se entiende como un hecho biológico, son los estudios en primatología realizados por Jordi Pi Sabater “Cognitive implications of linguisting leaming in apes”, quien ha demostrado que los homínidos superiores tienen un fuerte determinismo biológico al erigir sistemas simbólicos, rituales y prácticas que pueden constituirse en cultura.

Los simios también tienen rituales de muerte para estratificar sus protosociedades. Sabater se plantea entonces la distinción y capacidad de los homínidos superiores para desarrollar entramados rituales, ya que los juegos simbólicos desarrollados por los simios, crecen en medios humanizados, lo que demuestra que el ritual puede considerarse como un hecho natural no de exclusiva perversidad moral humana.

Así pues, el carácter civilizador debe ser condición esencial cuando una cultura se erige como tal, pues los simios superiores con rituales son considerados como formas biológicamente más sustentables y organizadas en términos evolutivos, que aquellos simios sin rituales ni juegos simbólicos.
La tauromaquia es, entonces, un sistema cultural que satisface como ya vimos los protocolos de ciencia social y de la UNESCO, por cuanto es al mismo tiempo, un ritual de expresión inmaterial muy antiguo y un sistema desprendido del ritual, pues gira en torno a él, y se desarrolla para dar identidad a un grupo humano específico: los taurinos.

No pueden compararse los lastres sociales como la ablación con el toreo, porque éste, no viola los derechos humanos como lo hace la ablación. Lo mismo sucede con los rituales sacrificiales de seres humanos practicados en culturas como las mesoamericanas hace algunos siglos que hoy se excluyen de cualquier posibilidad de protección y están prohibidos, no en función de su invalidez cultural, sino porque violan derechos humanos. El toreo no viola ningún derecho humano consignado en el Derecho Internacional Humanitario; de ahí que toda comparación resulte improcedente.

Sanké mon, un ritual sacrificial – ARCHIVO

Considerando que desde el momento en que la UNESCO declaró como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad al ritual del Sanké mon, donde cada año mueren miles de peces, muchas cabras y algunos gallos, todo en una sola tarde en medio de rituales ancestrales. Igual que la cetrería, antiguo arte donde un animal caza a otro y donde la muerte del animal cazado por el ave de rapiña no es óbice para que se nieguen el carácter cultural de esta práctica milenaria, hoy también blindada y protegida como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO, la tauromaquia merece también éste reconocimiento.

Muchas gracias.

Sanké mon, inscrito en el 2009 como Patrimonio Cultural Intangible de Mali – ARCHIVO

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