Las campañas electorales en Querétaro finalmente están en marcha, marcando el inicio de un proceso que se suma a la escasa animación generada por las campañas federales, que ni siquiera el debate presidencial logró avivar entre el electorado.
En la entidad se disputarán 436 cargos de elección popular, de los cuales 227 son propietarios y 209 suplentes, con una reconfiguración distrital que podría favorecer al partido en el poder actualmente. Aunque es improbable que se repita el escenario abrumador de hace tres años, donde obtuvieron el control absoluto en el congreso y en 11 de 18 municipios, se vislumbra que mantendrán una influencia significativa con la ayuda de sus aliados.
La alianza entre el PAN y el PRI amenaza con provocar divisiones internas entre los grupos de poder y los operadores políticos, quienes son fundamentales en la movilización de estructuras. Por otro lado, los oponentes tampoco se quedan atrás en términos de discordia y desorganización, como evidenció la amarga experiencia de hace tres años cuando se quedaron sin candidato en el único municipio que gobernaban: Ezequiel Montes. Hoy, con un escenario ya más definido, actores de diversas fuerzas políticas han encontrado refugio en MORENA, lo que pudiera generar fracturas internas en el partido.
Ante este panorama, es crucial que estas campañas, tanto a nivel local como federal, prioricen las propuestas sobre el antagonismo, la confrontación y la difamación. Como sociedad, debemos esperar que los candidatos se enfoquen en soluciones concretas y en el bienestar de la ciudadanía, dejando de lado las tácticas de guerra sucia que sólo generan desconfianza y división. En un contexto donde los ciudadanos enfrentan constantemente una avalancha de malas noticias y preocupaciones diarias, es fundamental que los candidatos comprendan su papel como representantes de los intereses y anhelos de la sociedad. Más allá de las diferencias ideológicas y partidistas, se requiere un compromiso genuino con la civilidad política y el respeto mutuo. Los electores necesitan sentirse escuchados y comprendidos por quienes aspiran a ocupar cargos de responsabilidad pública. Es hora de que los candidatos demuestren con acciones concretas su capacidad para promover un ambiente de debate constructivo y propuestas innovadoras, alejándose de la retórica divisiva que solo contribuye a profundizar las brechas sociales y políticas.
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