El Dios Toro-Sol, origen y esencia religiosa de la tauromaquia
Día a día, grupos organizados de animalistas y anti-taurinos pugnan por erradicar la llamada “fiesta brava” ante el escándalo de los aficionados y la perplejidad de todos los que participan en la organización y desarrollo de los mismos, con una actitud de imposición rabiosa y de tintes totalitarios.
En estas campañas anti-taurinas se unen los enemigos declarados de las tradiciones centenarias y la cultura de nuestro país, que nos quieren imponer sus “hipersensibilidades”postmodernas que conjugan el ultra-ecologismo con la dieta vegana, muy new age, para estar a la moda. Pero, es en este momento crítico, cuando debemos encontrar justamente en el toro, un símbolo para recuperar y restaurar su identidad.
Todo patriotismo auténtico tiene raíces profundas que se pierden en el tiempo. No, no se trata de ese nacionalismo, invención de liberales constitucionalistas que copiaron modelos extranjeros en el siglo XIX; el nacionalismo siempre ha sido cosa de sentimientos, de ahí su debilidad. La fortaleza del patriotismo está en los cimientos firmes sobre los que se activa y, lejos de ser estáticos, tienen la posibilidad de cobrar un dinamismo difícil de detener una vez que se pone en marcha.
Cuando se atacan las tradiciones y costumbres de una sociedad, como son la tauromaquia y charrería entre otras, surgen desde el fondo del alma miles de resonancias que no son ya de índole individual, sino colectiva, es por eso que personas de distintas ideologías, incluso antagónicas entre sí, hacen a un lado la ideología política a la que se entregaron en el momento histórico que les tocó vivir, para acceder a las tradiciones centenarias de su comunidad; por eso hay taurinos de todos los partidos y tendencias políticas.
En el mundo del toro han existido personajes de izquierda, como Miguel Hernández, Picasso o Rafael Alberti, aunque pudiéramos citar a muchos más, que sintieron por la tauromaquia una fascinación difícil de imitar. En ella encontraron el irreductible núcleo de su identidad hispánica, al igual que otros personajes de ideas políticas contrarias, también coincidieron en ello.
Para tener una idea de lo que el toro bravo representa para los taurinos, podemos recurrir a un término propio de la historia de las religiones y la antropología: el Tótem… El Dios-Toro-Sol.

En un artículo publicado en la revista “El Sol” en 1931, el periodista Víctor de la Serna escribió sobre el toro y los ritos del agua lo siguiente:
“El español tiene diversos modos de rito para este Dios cruento [el toro]. Come criadillas, usa vergajo, guarda el agua, ¡Gran rito el del agua en España! en vasijas tauriformes, y lleva el tabaco negro y picante en petacas transparentes de piel de toro bravo. De tal toro bravo que mató diez caballos en una feria castellana”.
Gerardo Diego escribió un soneto cuyo título es muy elocuente:
Invocación al toro
Padre toro, tótem de la dehesa,
Zeus potente en bramas y en accesos
-relámpago de furias-, y en procesos
de largo, oscuro amor que oprime y pesa.
Tu negro soplo huracanado expresa
la tormenta que fraguas en tus sesos,
torva nube que truena -azar de huesos-
la amenaza del tronco hecho pavesa.
Padre toro, desgarra en mil jirones
las banderas del aire y borbotones,
fulmina y tala, abrasa y carboniza, revuelve paraísos con avernos,
y encuna este poema de ceniza
y de gloria en la rima de tus cuernos.
Otra invocación al tótem Dios-Toro Sol, la hizo Miguel Hernández en su poema “Llamo al Toro de España”, que adquiere resonancias de plegaria ibérica, invocando la fuerza y la virilidad táurica contra el lobo y el águila. Casualmente, el lobo y el águila que evoca Miguel Hernández puede ser una representación zoo icónica de la Roma fascista y la Alemania nazi (la Loba Capitolina y el águila del III Reichrespectivamente), pero como poesía genuina nos muestra una estampa brillante de lo que Miguel Hernández entendía racialmente como España: el “Toro”.
J. M. Blázquez estudió el antiquísimo culto al toro en la península ibérica que plasmó en su obra “Primitivas religiones ibéricas”, recopilando documentos y escritos que se remontan a la época de Diodoro Sículo, aunque podríamos ir más atrás todavía, para encontrar las más primitivas fuentes escritas que ya nos hablan de estos mitos y ritos alrededor del toro en el extremo occidental de Europa.
Platón describió los ritos que protagonizaban los príncipes de la Atlántida, teniendo al toro como centro de los mismos. Es importante recordarque, los cultos tauricos traídos por las religiones orientales como el Mitraismo a la península ibérica, ya existían desde tiempo inmemorial probablemente por influencia atlante; los cultos taurinos que más tarde, en tiempos de la Hispania romana, pudieron converger con religiones en las que el toro tenía una gran importancia sagrada, como la religión Mitraista.
Según la tesis de Álvarez de Miranda, las corridas de toros actuales son la degradación de ritos religiosos que sobrevienen a espectáculos y juegos públicos; lo que también ocurrió con la tragedia griega, las Olimpíadas o la lucha de gladiadores en el circo romano que tuvieron un origen sagrado y religioso, y terminaron siendo un espectáculo público. Aquí estamos ante lo que pudiéramos llamar un principio constatado en la historia de la religión, que, es decir, la historia de la cultura: lo que es religioso en un principio va debilitándose hacia formas que pierden su contenido y sentido sagrado.

No obstante, debemos tener en cuenta que, como Blázquez nos señala: “Uno de los rasgos característicos de la religiosidad es su carácter pragmático -entrar en contacto con la divinidad para obtener favores tangibles-. Este pragmatismo parece ser también una nota distintiva del culto a los bóvidos en Hispania. El toro fue considerado como una gran cantera de virtudes misteriosas. Su utilización se inscribe dentro de la magia” … y, efectivamente, en todos los ritos taurinos, por fragmentada o degradada que nos haya llegado su antigua conmemoración con el paso del tiempo, lo que resalta en la mayor parte de las leyendas medievales sobre el toro, son sus dos virtudes: la acometividad violenta y su fecundidad.
La leyenda de Ataúlfo mencionada en antiguas crónicas medievales como “Historia contemporánea” del siglo XII; en los “Cronicones” del obispo Pelayo en el siglo XIII, o en la “Cronaca generale” de Alfonso X el Sabio, nos muestra a un obispo acusado de homosexualidad al que se le suelta un toro bravo.
Este hecho, no debe interpretarse según Blázquez, como un simple juicio de Dios, sino como un rito sanador. En él se explica que los clérigos de antaño, para que nadie pensara mal de su virilidad, eran grandes aficionados a la lidia de toros.
En su momento, las autoridades eclesiásticas, más ilustradas y alejadas de la sensibilidadpopular, condenaron continuamente estas costumbres rurales como lo manifiesta el estudio de los sínodos medievales, llegandoincluso al siglo XVI; así, en el Sínodo de Guarda en Portugal convocado por D. Pedro Vaz Gaviaoel 12 de mayo de 1500, donde se estipulabaque: “Encontramos una constitución de nuestros predecesores en la que defienden, como algo suficientemente degradante y vilipendiador para el estado clerical, que ningún clérigo deba bailar públicamente ni andar con toros en un corral, aguijoneándolos o alanceándolos…”.
El testimonio de este sínodo lusitano condena la costumbre que tenían los clérigos de lidiar, bailar y alancear toros, y de paso, nos da idea de lo que se hacía en aquellos festejos. Pero, más que una afición taurina, lo que esos clérigos llamados al orden hacían era seguir unas tradiciones multiseculares que, en su concreto estado de célibes, demandaba el público para comprobar en su trato con el toro su masculinidad y que ésta estuviera fuera de toda duda.
Las autoridades eclesiásticas de entonces, juzgaban desde un punto de vista semejante al de todos aquellos que establecen normas desde un despacho, sin tener apenas contacto con la realidad, como sucede actualmente con nuestros tecnócratas políticos influenciados por extranjeros que aborrecen nuestras costumbres y tradiciones.
Siempre han sido personajes autollamados “ilustrados”, los que han atacado al mundo taurino, en aras de un presunto decoro de calidad humana, por supuesto amor a los animales o por un pretendido progreso mundial. Lo que salta a la vista es que, en cualquiera de los casos, estamos hablando de gentes que han perdido si es que alguna vez tuvieron, el sentido de pertenencia a su comunidad, porque además son personas que han emigrado a otros lugares y no son originarios de ahí, por eso se les hace fácil eliminar una cultura y tradiciones que no entienden, porque se sienten superiores simplemente por ser extranjeros.

¿Qué debemos hacer quienes tenemos aún ese sentido de identidad?
Debemos tener claro que los que se oponen y atentan contra la tauromaquia en el mundo, lo hacen independientemente de lo convencidos o no que estén de los argumentos que manejan,coordinados con los poderes económicos que quieren destruir nuestra identidad, con un auténtico desprecio por nuestras tradiciones y los derechos que nos asisten para mantenerlas y la obligación que tienen los gobiernos de defenderlas, ya que están en los derechos humanos de los ciudadanos implícitos en la constitución.
Esos nuevos “eruditos” siguen las consignas que emiten ciudadanos de otros países, para devastar nuestras tradiciones más antiguas y nuestra identidad nacional, y de esta forma,volvernos serviles a una República Democrática convertida en dictadura autoritaria.
Debemos estar conscientes que en esta lucha por defender nuestras tradiciones nos jugamos nada más y nada menos que “el ser y el estar “como únicamente podemos ser y estar los seres humanos: ser de un pueblo y de un lugar… La identidad.
La tauromaquia pasó a ser un espectáculo lúdico, tras dejar de ser el rito sagrado que era en sus orígenes, deberíamos aventurarnos a introducir de nuevo el sentido religioso de la fiesta taurina, reconvirtiéndolo de fondo, en una expresión de un rito de misterios relacionados con la vida, la fecundidad, la muerte y la resurrección; no solo anteponer la fiesta Patronal como justificación para realizar el mismo espectáculo de siempre.
Darnos a la tarea de explicar que en pleno siglo XXI, existe un arte donde la pasión es el cimiento, en donde la fuerza bruta de una bestia se entreteje en un lenguaje único, con los silencios de un hombre que busca descifrar, entender, enamorar y llevar esa pasión a la gloria, estando rodeado por un público que es tan sólo un espectador de esa intimidad irrepetible, inquebrantable y mítica.
Cómo explicar que más allá de un simple espectáculo brutal para algunos, es una formade expresión del arte, de mostrar en un ruedo lo que otros realizan en un papel, un lienzo ouna partitura. Son sentimientos que mueven el alma.
Un torero, es un ser de una casta distinta… porque puede vestir como el más delicado de los bailarines y tener el valor del más grande guerrero; pero al mismo tiempo, poseer la inteligencia de un sabio para entender, a través de una mirada, la realidad del encaste que espera tenga su compañero en ese ritual sacrificial pagano… el toro.
Un torero es distinto… todo ser humano le huye a la muerte, pero él no. Él juega con la muerte para amar la vida. La muerte es su constante, su compañera, el peligro es su lenguaje; y ese llamado, lo lleva muy dentro y solo el estar frente a la cara del toro, lo puede callar. No es el peligro por sí mismo, es el hecho de ir a enfrentar un animal de 500 kilos, único e irrepetible, al cual ante todo sobre y todo, se le respeta, se le ama y se busca inmortalizar.
Porque la lidia es eso, un acoplamiento perfecto, es descifrar los genes que cuidadosamente por generaciones ha buscado el ganadero, para en unos pocos minutos permitir que esas castas, la del toro y el torero, transformen una lucha irracional en un diálogo perfecto, una impecable armonía y se conviertan en uno solo, toro y torero… la Vertical y la Horizontal moviéndose en hermosa armonía, en una danza templada al ritmo de un pasodeble.
Pero para lograr explicarlo y que lo puedan entender, primero tenemos que regresarle “la verdad”, y realizar todo el ritual sacrificial con ese misticismo y autenticidad que tenía aún a inicios del siglo pasado.
Muchas gracias.

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