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Albero Taurino

Carlos Alberto Vega Pérez • Albero

Vertical y horizontal; la geometría del toreo

Para observar verdaderamente una corrida de toros es indispensable no perder de vista al toro y su comportamiento en el ruedo. Donde está el toro, está la corrida; el que solo mira al torero, ve la mitad de lo que ocurre en el albero. Hay que mirar a ambos, pero siempre observando primero al toro.

En el ruedo, todo gira alrededor del mismo. Por él y la observación de su comportamiento se escribieron los reglamentos de la tauromaquia, que son las leyes que rigen el toreo. El toro no solamente es el protagonista, es el objeto del espectáculo. El espectador que deja de ver al toro, ese instante deja de ver la corrida.

Al observar al toro, no solamente vemos lo que hace, sino lo que hacen con él los toreros, y de acuerdo con el comportamiento de cada toro y el actuar del torero, es que se desarrolla la lidia. La posibilidad del toreo la da el toro y, la apreciación del quehacer torero depende del conocimiento del espectador, ya que el toreo se da en función del toro.

No es fácil de apreciar el comportamiento del toro, suele ser confuso y da lugar con frecuencia a diferencias en la interpretación del toreo. El toro a veces trae resabios adquiridos en el campo por diferentes causas y otras veces, los adquiere durante la lidia.

Si los resabios son muy notorios, toda la lidia debe orientarse a corregirlos; se podrá o no pero el torero debe intentarlo. Si no manifiesta resabios en los primeros momentos, toda la lidia debe orientarse a evitar los resabios provocados por una lidia equivocada; “que no aprenda”, como dice el respetable, y dice bien, porque los toros “aprenden”.

No olvidemos que todo lo que se hace con el toro es burla molesta, y esto contribuye a desarrollar su instinto defensivo y “aprende” a defenderse.

La bravura es el grado superlativo del instinto. El toro no embiste por comer, embiste para defenderse de lo que teme y tiene más cerca de los ojos, huye defendiéndose. El principio del toreo, es aprovechar esta condición única de los toros que lo hacen diferente a cualquier otro bovino.

Carrochano aseguraba que: “la bravura del toro tiene un gran parecido con el valor del torero. Porque si el toro defiende su temor al hombre que lo molesta y le hiere, acometiendo con bravura, el torero tranquiliza su miedo toreando valerosamente. Sus dos miedos se encuentran, se retan y chocan, el miedo del toro bravo al torero, y el miedo del torero valiente al toro. Este acoplamiento de bravura y valor, al enfrentarse, y temerse, hace posible la maravilla del toreo. El toro abanto que sale huido buscando una salida, y al no encontrarla, se para y se crece al castigo, es el ejemplo de la bravura como recurso del instinto”.

El toreo tiene su explicación en el movimiento geométrico de dos líneas: una vertical, que es el torero, y otra horizontal que es el toro. Mientras que la línea vertical gira sobre sí misma sin variar de punto de apoyo en el suelo, la línea horizontal tiene que trasladarse, haciendo un recorrido para ir y otro para regresar a embestir.

El toreo es la posibilidad de defensa del torero ante las embestidas del burel, aprovechar el tiempo empleado por el toro en embestir y revolverse, en ir y venir, que por rápido que parezca es lento si se compara con el giro del torero… y en esta sencilla lección de geometría nace la difícil teoría del arte de los toros.

Es indispensable que el toro muestre bravura (no fiereza) y embista, que no sea manso o regate la embestida, ya que, entre más manso, son menos las posibilidades de desarrollar una buena lidia, aunque también tiene un gran mérito saberlo hacer y estar dispuesto a realizarla cuando haya necesidad.  

La antigua bravura, más o menos desarrollada y sostenida, es la que sufre cambios, se modifica por el castigo y los incidentes de la lidia, a esos cambios debe estar muy atento el torero alenfrentar al toro, y el público debe observar los cambios de lidia del toro, para valorar lo que hace el torero.

Para el matador un error puede ser fatal.

Cuando el respetable se distrae o deja de ver el comportamiento del toro, le lleva a la incomprensión o a la injusticia a la hora de otorgar los premios.

En su libro “Teoría de las corridas de toros”, publicado en 1962, Gregorio Carrochano escribió: “En una corrida de toros hay que lidiarlos, pero hay que saber lidiarlos ya que la lidia es fundamental en la corrida; es tan importante, que da nombre a la condición del toro, por eso lo llamamos toro de lidia”.

“Es importante resaltar esto, porque es muy común entre los nuevos aficionados entender erróneamente por lidia: el esfuerzo, vulgaridades o desplantes fuera de lugar, el trabajo de trota ruedos, el toreo de gañanía e incluso alguna torpeza”.

“La lidia es finura de observación, conocimiento del comportamiento y reacciones del toro, pensar en el momento, tener facilidad de adaptación, dominio del toro y del toreo. Un gran lidiador es siempre un gran torero con raíces clásicas, aunque se permita por las circunstancias, hechuras modernas y personales”.

Si no podemos identificar cómo es el toro, tampoco sabremos cómo es el torero. Si el toro es pastueño, boyante, tranquilo, que se queda donde le dejan, y cuando le citan va y deja colocarse tranquilamente al torero, de esos que, por bonachones, se les llama “una hermanita de la caridad”, no como falta de respeto a las hermanas, sino como término de comparación inigualable de bondad extrema.

Todo lo que se haga con este tipo de toro tiene una importancia artística y estética en la que hay que dar su reconocimiento al toro, que ayuda y no es peligroso. Estos toros tienen la bravura precisa para no parecer mansos, para pasar por bravos y dejarse torear.

Si el toro es de bravura áspera y brusca, que cuando pierde el engaño se devuelve rápido para buscarlo, para “comerse la muleta”, y no deja entrar al torero en su terreno, siendo intolerable a los cites, y mostrando bravura agresiva. Todo lo que se haga con él, es mérito al valor, conocimiento y dominio del torero. Ese toro es verdaderamente bravo de casta. Es peligroso. Hay que saberle torear para no invertir los términos, y que sea el toro el que toree al torero, como se ha visto más de una vez en los ruedos.

Los toros mansos si no son de sentido, no tienen ninguna importancia; si se saben torear son muy lucidos por contraste, ya que el público no espera nada de ellos. Si son de sentido, hace falta un torero y un hombre con mucho valor.

Por el estado del toro y la condición del mismo se debe medir al torero. Ese lance se vio precioso. ¿Cómo es el toro? Esa faena es buena. ¿Cómo era el toro? El toro rodó rápidamente con la estocada, ¿Cómo entró y dónde dejó el estoque?¿en el hoyo de las agujas o en los bajos?

El torero es el hombre valeroso que torea al toro bravo. Si no hay toro bravo, el hombre valeroso no tiene valeroso quehacer. Una cosa es torear y otra saber torear, que no es lo mismo, aunque lo confundan los nuevos aficionados. Lo más difícil y también lo más peligroso, aunque parezca una paradoja, es saber torear.

El mejor torero es el que sabe torear una mayor diversidad de toros y de encastes… o como decía Carrochano: “el mejor torero, es al que le caben más toros en la cabeza”.

Muchas gracias.

La vertical y horizontal, en plena conjunción y movimiento al templar la embestida. – ARCHIVO