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Albero Taurino

Carlos Alberto Vega Pérez · Albero

¿Cómo controla el dolor el toro de lidia?

¿Siente dolor el toro durante la lidia? ¿Se estresa? La respuesta lógica para cualquier persona ya sea aficionado o no a la tauromaquia sería “SÍ”. Pero las investigaciones realizadas por el Dr. Juan Carlos Illera Del Portal, del departamento de fisiología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, las cuales comenzaron en 1993 en la plaza de toros de Las Ventas, arrojaron unos resultados tan sorprendentes, que por lo mismo han causado polémica.

Los investigadores y los resultados obtenidos, no niegan que el toro se estrese, ni niegan que el toro sufra dolor, como aseguran los animalistas y antitaurinos críticos del Dr. Illera desde el punto de vista retórico y no científico, como lo hace el doctor. Las investigaciones revelan que “la lidia” no es el momento de mayor estrés para el animal y que su sistema nervioso es capaz de “bloquear el dolor” tan rápidamente, que, por eso mismo, el burel regresa a la “pelea” sobre todo al caballo una y otra vez.

El interés por el toro de lidia, surgió dentro de la línea de investigación que inició la Facultad de Veterinaria, sobre la “fisiología del estrés en animales salvajes” y donde la hipótesis de trabajo, fue de lo más predecible… “el toro de lidia, se estresa durante la misma”.

Con los primeros 150 animales analizados en la plaza de toros de Las Ventas, la hipótesis se vino abajo. A estos toros se les tomaron muestras de saliva al embarcarse en la dehesa, al llegar a la plaza, antes de salir al ruedo y finalmente, una vez muertos. Los factores medidos indicaron que el estrés es más alto antes de la lidia que después de la misma.

Al haber muchas críticas respecto a la toma de muestras en los animales, el Dr. Illera optó por cambiar el método de medición, por lo que tuvo que esperar 2 años antes de continuar su trabajo, ya que muchos ganaderos se opusieron a que sus animales fueran medidos. Fue entonces que acudió a plazas de toros distintas a Las Ventas para continuar con el mismo, pero al final, regresó a la Catedral del Toreo con sus tubos y jeringas.

Después de 800 toros estudiados, los resultados obtenidos seguían echando abajo la hipótesis, pero aun así se siguió trabajando y las primeras publicaciones se hicieron después de analizar mil 500 toros. La nueva técnica de muestreo, se realizó mediante el implante de un microchip, como los usados en los corredores de fondo para ver que pasa en su cuerpo más allá de la presión arterial. Se trata pues, de lo más moderno en tecnologías de investigación; con ellos, se han podido leer los indicadores de estrés, ya no solo antes o después de la lidia, sino incluso, a cada momento de la misma.

La respuesta al estrés se produce en el sistema neurológico del animal y en el sistema endócrino u hormonal; la respuesta es la liberación de epinefrina desde la médula de la glándula adrenal, que actúa acelerando la circulación sanguínea.

El organismo “entiende” que le falta alimento y por lo mismo, manda más sangre a todo el cuerpo. También se liberan las hormonas Adrenocorticotropa (Acth) y el cortisol, las cuales actúan entre otras funciones, sobre el páncreas (generando más insulina) y sobre el hígado (generando más glucosa).

Estas reacciones hormonales tan complejas, producen en el animal un comportamiento determinado: ante la percepción de un estímulo que perciben como amenaza, el animal puede reaccionar luchando o huyendo. La mayoría de los toros luchan. Por lo tanto el toro ataca todo lo que se mueve y solo un 10 por ciento aproximadamente trata de huir. Los toros que saltan al callejón, prácticamente siempre van tras algo que les llama la atención, lo que de paso desmitifica la creencia de la mansedumbre de estos toros.

Cuando el burel sale al ruedo, se encuentra ante algo desconocido, por lo tanto, se prepara para atacar al “dueño” de ese territorio. Lo recorre y lo identifica con el olfato. Es cuando el burel corre por tablas y el torero observa su comportamiento.

Cuando el toro tiene control territorial, se pone en estado de alerta, se para y está listo para defender ese territorio.

Si bien en las primeras mediciones se determinó que el mayor estrés lo sufre el toro en el camión que lo transporta de la ganadería a la plaza, el sistema de microchip permitió comparar el estrés en las fases de la lidia: salida, puya, banderillas y estoque. El punto más alto, que es la salida al ruedo, marcó 20 nano gramos por mililitro (ng/ml) de la hormona Acth, mientras que al momento del estoque marcó 7.5 ng/ml. El cortisol por su parte, pasa de 40 ng/ml en la salida a 20 ng/ml en el momento de la “suerte suprema”.

¿PERO CÓMO CONTROLA EL DOLOR?

Lo primero que debemos aclarar, es que en los animales no se puede medir el dolor en términos de “padecimiento psicosomático o pena”. Los estímulos en los seres vivos se pueden clasificar por su localización en cutáneos, musculares, articulares y viscerales. El estímulo envía al cerebro un mensaje que libera la proteína llamada propiomelanocortina (Pomc), que a su vez activa los neurotransmisores conocidos como betaendorfinas y betaencefalinas encargados de bloquear los receptores del dolor.

De este modo, es como el toro sube su umbral de dolor, es decir, siente menos dolor. En el presente estudio, las betaendorfinas pasaron de 5 picogramos por mililitro (pg/ml) en la salida al ruedo, a 15 pg/ml durante la puya, 20 pg/ml en banderillas y 25 pg/ml en la suerte suprema.

Como podemos observar, mientras que las hormonas del estrés bajan, los bloqueadores del dolor suben después de recibir el estímulo para su producción, que es el puyazo y banderillas.
Pero hay más, como dijo Friedrich Nietzsche, “el dolor solo está en nuestro cerebro”, por lo tanto, se analizó el impacto del estímulo en el cerebro del toro y se encontró, que el tamaño del tálamo es mayor en el toro de lidia que en otros vacunos, por lo tanto, la información sobre el dolor circula más rápido y obviamente, la respuesta de reacción antidolor, también es más rápida.

La velocidad de la neurona talámica del toro de lidia es de 48 metros por segundo (aproximadamente 70 por ciento más rápido que en otros vacunos), eso quiere decir que el animal deja de sentir dolor entre 3.4 a 4.2 segundos después de haber sentido el estímulo, “es por eso que regresa al caballo una y otra vez”.

Estos resultados, son invaluables y contundentes, aportando argumentos científicos al debate sobre el sufrimiento del toro y el futuro de la fiesta brava.

Muchas gracias.

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