¿A que llamamos lidiar?
Para entender cabalmente una corrida de toros, es indispensable no perder de vista al toro. Toda la fiesta gira alrededor de él, sin toro no hay lidia y sin lidia no hay toreo ni faena. El toreo es mejor, cuanto mejor es el toro y la lidia que recibe.
El toreo tiene un cuándo, dónde, por qué se hace y distintas formas de expresión. Observar solo las formas, es perder más de la mitad de lo que ocurre en el ruedo, por ello es importante descubrir sus razones técnicas. Cuantas más dificultades por resolver se presentan, más interesante es la lidia y más meritorio el toreo.
Pero, ¿qué es la lidia? La lidia es torear, aprovechando inteligentemente las reacciones espontáneas del toro, combinadas con las provocadas por el torero. Todo lo que el matador hace o evita hacer para mejorar el comportamiento del toro, es la lidia. Toros malos o con defectos, pueden mejorar y mejoran con una buena lidia, o empeoran si no se les da la lidia adecuada.
Los toros cambian de comportamiento o lidia durante los tres tercios, para bien o para mal; por eso, el matador y los aficionados debemos estar muy atentos durante la misma. Un buen toro, mantiene sus características de bravura a lo largo de su lidia, y si ésta es además buena, mantendrá sus características durante toda la faena, pudiendo convertirse en un toro de rabo si la faena fue magistral y la suerte suprema bien ejecutada y efectiva; o en su caso, si su comportamiento fue excepcional, conseguir su indulto.
La lidia se divide en tres tercios: de varas, de banderillas y de muleta y muerte. Los dos primeros actualmente sirven para que el toro llegue en las mejores condiciones para ser toreado con la muleta y se preste a la suerte suprema con menos resabios o defectos en la embestida; hay que enseñar al toro a seguir el engaño y que no aprenda más de lo conveniente, porque puede llegar a sentir dónde está el torero y tirar un derrote para herirlo.
El lidiador debe ser capaz de interpretar cualquier reacción del burel y debe interpretar la intención del mismo ante cualquier cambio de comportamiento como vencerse, recostarse, comer el terreno, gazapear, levantar la cabeza a medio pase y sobre la marcha, y tomar la decisión que convenga para corregir el defecto y cuajar una buena faena. A esto se le llama pensar en la cara del toro.
Al toro desde que sale al ruedo hay que enseñarle a embestir, usando el capote de brega. Los primeros capotazos que recibe por el peón de confianza o por el mismo matador, deben hacerse en rectitud, sin recortar el viaje ni violentarle para observar si embiste pronto o piensa, y es tardo, lo que no es bueno para su lidia.
Lo ideal es que embista con la cabeza baja, humillando, metiendo la cara, rozando la arena con el morrillo al embestir; es malo que embista con la cara en alto desde el inicio hasta el término de su viaje. Pero si no levanta la cabeza al salir de la suerte, o sea que humilla y tiene la mirada fija en el engaño, posee dos de las cualidades más preciadas para el desarrollo de una buena faena. Humillación y fijeza.
Si embiste levantando la cara y está distraído mirando de un lado para otro, el torero deberá tratar de corregirlo o aceptarlo como signo negativo. Si la distracción es continua, se dice que desparrama la vista, y es uno de los peores defectos.
Una buena embestida es recta, con ritmo, cadencia y larga. Es defectuosa cuando se inclina o se vence por cualquier lado, si se ciñe y va ganando terreno; y peor, si embiste muy rápido, con violencia y se queda corto o se frena de repente, es decir que tira arreones.
Si embiste galopando es bueno; si trota, se frena o echa las manos por delante, dará dificultades. Si tira derrotes al pasar en suerte, se debe evitar que enganche el engaño, ya que, con esto, aumentaría el defecto durante el resto de la lidia. Saltar la barrera, berrear, cocear o patear y escarbar, generalmente son signos de mansedumbre.
Si el toro se ciñe o se recuesta demasiado por algún pitón o por los dos, es peligroso.
Si embiste continuamente y repite al mostrarle la muleta, es un buen signo. Marcharse al salir de una suerte o salir suelto, es un signo negativo. Rehuir a las suertes también es señal de mansedumbre.
Un toro bravo, es el que se planta en el centro del ruedo y acude a cualquier cite, en cualquier terreno de la plaza. Tener tendencia a ir a tablas o la puerta de toriles que es su querencia natural y no querer salir de allí o aquerenciarse, también es muestra de mansedumbre.
Si se va a tablas se dice que se raja y si lo muestra desde el inicio de la faena con fuerza, se dice que aprieta, por lo que el matador tendrá que llevarlo al centro del ruedo para que se preste a dar unos lances o pases según sea el tercio, con mayor lucimiento. El matador deberá tener la habilidad de torearlo y no acabar entablerado, apretado o cerrado peligrosamente contra la barrera por el toro.
La caída de un toro al embestir, o doblar los remos y las caídas repetidas, puede ser el resultado de falta de fuerza o un incremento de peso excesivo del cuerpo en un tiempo corto; también puede deberse a la consanguinidad, o la deficiencia de algunos minerales durante su crianza, ya sea por sequía, acidosis ruminal o algún otro padecimiento. De la fuerza o fortaleza que tenga el burel, dependerá su lidia, sobre todo para dosificar el castigo en el caballo y en ocasiones en banderillas al pasar con dos palos.
Los defectos oculares en el toro cuando no se han detectado, son peligrosos para el matador, uno de los más comunes, es cuando ven objetos de lejos, pero no de cerca o viceversa; a estos animales se les llama burriciegos o reparado de la vista.
A los toros les atrae el movimiento más que lo que está quieto o inmóvil, porque en su memoria genética lo asocia con un depredador o con una situación de peligro para él y por eso ataca para defenderse y de eso ya hablamos anteriormente, por eso embiste al engaño y no al torero que lo sostiene.
De la precisión del tiempo, el lugar, la suavidad de movimientos y la firmeza con que se cita al toro, depende el acierto para completar un lance o pase. Estas llamadas o toque, son la clave del cite en cada lance de capa o pase de muleta. Tocarlo, es llamar al toro con un leve movimiento del engaño con la muñeca en el instante en que el toro mira el engaño; un error común es tocar al toro sin mirarle a los ojos y desconociendo donde fija su mirada, porque puede venir la voltereta o cogida. A veces el toque va acompañado de la voz, para llamar más la atención del toro.
Y bien, amables aficionados, queremos entender todo lo que ocurre durante la lidia, valorar la faena del matador y ser justos al pedir los trofeos para el torero, no debemos perder de vista al toro, ya que, si lo hacemos, podemos dejar de observar algunas reacciones del animal y no entender el por qué de su quehacer torero; el que solo está atento a lo que hace el matador, ve la mitad de lo que pasa en el ruedo ya que el toro no solo es el protagonista, es el objeto del espectáculo.
Ah, y no se les olvide llevar su pañuelo blanco a los festejos, porque los premios se piden mostrando los pañuelos, no con chiflidos…
Muchas gracias.
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